La arquitectura como
otras disciplinas debe ir evolucionando a través de cambios significativos
tanto en la mentalidad de quienes la estudian y la ponen en práctica, como en
los ciudadanos que la disfrutan con sus sentidos.
Por tanto, es normal
que la figura del arquitecto en el siglo XXI ya no sea una figura para alabar y
vanagloriarse de sus obras, sino una persona que pone al servicio de la
sociedad y de las personas sus conocimientos y sus técnicas adquiridas durante
un aprendizaje que comienza en la escuela de arquitectura pero que ha de
reciclarse constantemente.
Las universidades y
escuelas forman un papel importante en esta labor, ya que allí sus alumnos
comienzan a forjarse el futuro en su profesión, y a pesar de que todo será un
proceso, en este punto es donde se asentarán las bases que les acompañarán
durante el resto de su vida profesional.
Con la llegada de
las nuevas tecnologías y la mayor facilidad de acceso a la educación,
cualquiera puede informarse sobre arquitectura. Ahora es muy fácil hacer una
crítica aunque no siempre son acertadas, ya que a pesar de la posibilidad de
tener acceso a la información sobre un tema muchas veces se habla sin tener
conocimientos previos de él. También el tener acceso a tanta información puede
llevar a confusiones o errores por no saber dónde buscar por lo que es bueno
tener una actitud que nos permita ser críticos e imprescindible una práctica
habitual.
Todo esto también
ocurre en la dimensión de la ciudad. Los ciudadanos tienen la libertad para
manifestarse y expresar sus opiniones acerca de cómo quieren vivir. Así que los
arquitectos debemos escucharles y facilitar un intercambio mutuo de
conocimientos que nos puede enriquecer viendo la realidad desde otros puntos de
vista.
MªRosa Vicente Sánchez, comentario “Nuevos
paradigmas en educación, ciudad y arquitectura” blog “La ciudad viva”
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